Yo te miraba.
En tu cara de niño
un universo
invitaba a sobrevolar
praderas,
cielos,
montañas,
valles
y mares de estrellas;
trampolín de ensueño,
universo de universos.
Yo te miraba.
En el borde de tu sonrisa
un haz de luz tomaba mi mano,
me mostraba una arboleda verde,
una melodía de enero,
brisa de verano
acariciando mi rostro.
Yo te miraba.
El bigote ocultaba
tu lunar color chocolate,
ese que reposa mansamente
en la mitad del camino
entre tu boca y tu nariz;
infancia de guardapolvos blancos
de fotografía escolar
de serenidad latente
tan-bién oculta en tu bigote,
en tus manos,
en tus brazos,
en los lunares de tu espalda
que yo
te miraba
cuando tus ojos
no me miraban a mi.