Si viera un perro muerto me moriría de orfandad pensando en las caricias que recibió. Los perros son como la muerte: quieren huesos. Los perros comen huesos. En cuanto a la muerte, si dudas se entretiene tallándolos en forma de lapiceras, de cucharitas, de cortapapeles, de tenedores, de ceniceros.
Si, la muerte talla huesos en tanto el silencio es de oro y la palabra de plata.
Yo, la triciclista, soy una metafísica en la sombra. La sombra, ella está aquí. Día de sal volcada. Día de espejos rotos.
Yo estaba por encontrar un pequeño lugar solitario, propicio para vivir. Soy una mendiga de tregua. Esta vez la sombra vino a la tarde, y no como siempre por la noche. Y yo ya no encuentro un nombre para esto. Y ahora ¿Qué hacemos aquí? Indefinidos, desposeídos, imbéciles. Nos desmoronamos en forma anodina. Nuestra condición es tan funesta que ni siquiera puede haber duelo.
Voces, rumores, sombras, cantos de ahogado: no se si son signos o una tortura. Alguien demora en el jardín el paso del tiempo. Y las criaturas del otoño abandonadas al silencio.
Yo estaba predestinada a nombrar las cosas con nombres esenciales. Yo ya no existo, y lo se; lo que no se es que vive en lugar mío. Pierdo la razón si hablo, pierdo los años si callo. Un viento violento arrasó con todo. Y no haber sabido hablar por todos aquellos que olvidaron el canto.
¿No eras el ausente? ¿No anunciaste que eras el ido?."
Julio/Agosto de 1969