-del dolor
-del silencio
-de la ausencia.
A una línea de distancia ella encuentra el centro-de la niebla
-de la bruma
-de la ausencia.
Una Gillette de distancia
entre ella
y el silencio.
A un mes de internación-reclusión, todo el cielo cabe en su garganta.
("Y además más. Y otra cosa")
-dos océanos
-un par de pupilas errantes
-un grito ad infinitum.
Ella sigue internada por la incomprensión ajena a ella (y a mi) mientras oigo a su madre y la observo secarse las lágrimas entiendo en carne propia la búsqueda incesante de todo fin de todo cese que no hallándolo fuese provocado por ella misma yo entiendo su aburrimiento la monotonía de las horas el poco brillo casi nulo de los días en vela las tardes detenidas en ciudad universitaria el aula doscientos quince el tren Belgrano Retiro La Boca la costa atlántica San Pedro el Río de la Plata el asiento del auto las noches de insomnio caminando baldosas sucias de Tigre soportando el vómito que genera el automartirio de regresar a todo espacio que fue testigo de instantes de perfección la tarde que te crucé como anoche cuando me miraste y al caminar las casi 30 cuadras hasta la cama tu imagen volvió una y otra vez a taladrarme el cerebro como las piernas de L. cuando corrió hacia el balcón donde la detuvo la memoria.
(yo se)
-caminar en horas inciertas sobre terrenos inciertos-la búsqueda incesante de todo fin (al)
Auto-flagelos
Mi espalda es un mapa sin luz,
la nariz de Lorena.
Su boca es un grito enceguecido,
las venas azules de mi brazo zurdo.
Mi vientre es la tumba del naufragio,
tus brazos estériles
Tus dientes, cuchillos
anhelantes.
Ella patea la jeringa que le adormece el cerebro porque en realidad lo único que le hace sentir es el estallido interno de la ausencia que explota astillándole la memoria la dopan tiembla se duerme babea la habitación levita suspendida en sus pupilas ciegas llevo casi una hora sentada frente a su rostro idiotizado por el alopidol intravenoso las nauseas ya no azotan pero fueron casi tan intensas como el Mayo pasado la cinta se despegó de su brazo como su conciencia y el algodón exhala restos de sangre ya marrón un pajero vestido de blanco me arranca del adormecimiento de su imagen “se acabó el horario de visita corazón” corazón la chota le gritaría a voz en cuello pero no puedo siquiera ponerme de pie y le miro la jeta mientras se me convulsiona el estómago sabiendo que tengo que dejarla allí.
En realidad ella no está allí.
En realidad no es ella. Allí.
En realidad la perdí hace más de dos años.
A ella
y
a
mí.
¡Ay L, como te entiendo hermana-reflejo!
Juro que no voy a fallar
en mi hora.
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